El Trastorno del Procesamiento Sensorial (TPS) es una condición en la cual el cerebro tiene dificultades para recibir e interpretar información proveniente de los sentidos. Esto puede manifestarse de diversas formas, como hipersensibilidad o hiposensibilidad a estímulos sensoriales como el tacto, el sonido, la luz, etc. Las personas con TPS pueden experimentar dificultades en la regulación de las respuestas sensoriales, lo que puede afectar su funcionamiento diario, incluido su rendimiento académico.
Cuando una persona tiene altas capacidades intelectuales junto con TPS, puede presentar desafíos únicos. Por un lado, su agudeza intelectual puede permitirles comprender conceptos complejos rápidamente y destacarse en áreas académicas específicas. Sin embargo, las dificultades sensoriales pueden interferir con su capacidad para concentrarse, procesar información o participar en ciertas actividades.
El abordaje de la doble excepcionalidad requiere una comprensión profunda de ambas características y cómo interactúan entre sí. Es importante adoptar un enfoque holístico que tenga en cuenta tanto las fortalezas como las dificultades del individuo, y proporcionar apoyo personalizado que aborde tanto sus necesidades intelectuales como sus necesidades sensoriales. Esto puede incluir adaptaciones en el entorno educativo, estrategias de manejo sensorial y apoyo emocional para ayudar al individuo a alcanzar su máximo potencial.
Esta doble excepcionalidad puede producir crisis:
Las crisis de procesamiento sensorial son episodios en los cuales una persona experimenta una reacción intensa y abrumadora frente a estímulos sensoriales. Estas crisis pueden ser desencadenadas por una variedad de factores, como luces brillantes, ruidos fuertes, texturas específicas, olores intensos, entre otros. Las personas con trastornos del procesamiento sensorial, como el trastorno del procesamiento sensorial (TPS) o el trastorno del espectro autista (TEA), son más propensas a experimentar este tipo de crisis, aunque también pueden ocurrir en personas sin diagnóstico.
Durante una crisis de procesamiento sensorial, la persona puede experimentar una respuesta Música, emocional o conductual intensa, como ansiedad, irritabilidad, miedo, agresividad, evitación del estímulo desencadenante, hiperactividad o incluso catatonia. Estas respuestas pueden interferir significativamente con el funcionamiento diario y el bienestar de la persona, así como con su capacidad para participar en actividades cotidianas.
El manejo de las crisis de procesamiento sensorial generalmente implica estrategias para ayudar a la persona a regular su respuesta sensorial y reducir la intensidad de la reacción. Esto puede incluir técnicas de modulación sensorial, como el uso de auriculares con cancelación de ruido, gafas de sol para reducir la luz intensa, la aplicación de técnicas de respiración y relajación, y la creación de un entorno calmado y predecible. Es importante que las personas que rodean a alguien que experimenta una crisis de procesamiento sensorial comprendan y respeten sus necesidades, brindando apoyo y empapa durante el episodio.
Además del manejo durante la crisis, es fundamental identificar y abordar los desencadenantes subyacentes de las crisis de procesamiento sensorial a través de evaluaciones especializadas y un plan de intervención individualizado. Esto puede implicar la colaboración con profesionales de la salud, como terapeutas ocupacionales o psicólogos especializados en trastornos del procesamiento sensorial, para desarrollar estrategias a largo plazo que mejoren la capacidad de la persona para regular sus respuestas sensoriales y promuevan su participación en actividades cotidianas de manera más efectiva.
Las rabietas y las crisis sensoriales son dos fenómenos distintos que pueden tener manifestaciones similares en el comportamiento de una persona, pero tienen causas y enfoques de manejo diferentes. Aquí hay algunas diferencias clave entre ambas: