Como ya hemos comentado en anteriores publicaciones, la doble excepcionalidad hace referencia a la combinación de altas capacidades con una o más dificultades del aprendizaje u otras condiciones neurodivergentes, como puede ser el TDAH, dislexia, Trastorno del Espectro Autista, alta sensibilidad o trastorno del procesamiento sensorial.
Las personas de doble excepcionalidad son únicas, y combinan una serie de fortalezas, pero también de desafíos, como puede ser el perfeccionismo y la autoexigencia.
¿Qué impacto tiene el perfeccionismo y la autoexigencia en las personas de doble excepcionalidad?
El perfeccionismo y la autoexigencia pueden tener un impacto significativo en las personas de doble excepcionalidad, afectando tanto su bienestar emocional como su desarrollo personal y social. Por un lado, puede ser un motor positivo cuando está equilibrada y bien gestionada. Este rasgo impulsa a las personas a superarse, a alcanzar metas significativas y a sacar lo mejor de sí mismos/as. Por ejemplo, alguien con un alto nivel de autoexigencia puede estar más motivado/a para desarrollar sus habilidades o para enfrentar retos con dedicación y esfuerzo. Sin embargo, esta motivación debe estar acompañada de autocompasión y realismo, para evitar que se convierta en una fuente de estrés. Cuando la autoexigencia es adaptativa, se enfoca en el progreso personal, valora el aprendizaje, y permite disfrutar tanto del proceso como del resultado.
Por otro lado, cuando el perfeccionismo y la autoexigencia se descontrola, se convierte en una espada de doble filo, llevando al agotamiento físico y emocional. Esta forma desadaptativa suele surgir de una comparación constante con expectativas irreales, ya sean internas o impuestas por el entorno. Las personas que caen en esta dinámica se obsesionan con alcanzar la perfección, ignorando sus límites y necesidades emocionales. Como resultado, el esfuerzo incesante y la falta de satisfacción personal pueden derivar en problemas como ansiedad, frustración, y una autoestima frágil, ya que todo logro parece insuficiente. Para evitar estos riesgos, es clave aprender a equilibrar la autoexigencia con el autocuidado y aceptar que el verdadero éxito no siempre implica perfección, sino autenticidad y bienestar.
A continuación, vamos a comentar los principales efectos que pueden provocar la perfección y la autoexigencia descontrolada:
Sobrecarga intelectual y emocional
En primer lugar, el perfeccionismo y la autoexigencia puede producir una sobrecarga intelectual y emocional. Las personas de doble excepcionalidad suelen ser muy conscientes de su potencial intelectual y de las expectativas externas que esto genera. Estas expectativas pueden llevarlos a esforzarse al máximo para cumplir con los estándares, que muchas veces son inalcanzables. Al mismo tiempo, las barreras que enfrentan (como la falta de atención, dificultades de procesamiento o sensibilidad extrema) les dificultan alcanzar esos estándares.
Baja autoestima pese a los logros
Este contraste entre lo que «saben que pueden hacer» y lo que «realmente logran» genera una enorme presión interna. Pudiendo provocar una baja autoestima pese a los logros. Por ejemplo, pueden recibir elogios por un proyecto exitoso, pero centrarse únicamente en los pequeños detalles que no salieron como esperaban. Con el tiempo, esta forma de pensar puede erosionar su autoestima, ya que perciben que nunca están «a la altura,» incluso cuando objetivamente destacan en muchas áreas. Esto les impide disfrutar de sus logros y genera una visión negativa de sí mismos/as. Este impacto puede ser mayor que en otras personas debido a su alta capacidad para reflexionar sobre sus propios errores.
Ansiedad por el “peso de querer ser perfecto”
Otro efecto puede ser el desencadenamiento de ansiedad por el “peso de querer ser perfecto”. Las personas de doble excepcionalidad suelen sentir una enorme presión por cumplir con las expectativas, tanto propias como ajenas. Por un lado, son conscientes de sus capacidades sobresalientes, lo que los lleva a exigirse resultados excepcionales. Por otro, temen que cualquier error o fracaso les haga parecer «menos válidos.» Esta constante preocupación por rendir al máximo genera un estado de alerta permanente, que puede derivar en ansiedad, dificultad para relajarse e incluso problemas físicos como dolores de cabeza o insomnio.
Dificultades en las relaciones interpersonales
En algunos casos, el perfeccionismo y la autoexigencia de las personas de doble excepcionalidad pueden generar dificultades para establecer relaciones sociales saludables. Pueden sentirse incomprendidos/as, e incluso llegar a evitar situaciones donde puedan ser juzgados/as, o priorizar el trabajo por encima de las conexiones sociales.
¿Qué estrategias pueden resultar útiles para manejar el perfeccionismo y la autoexigencia de las personas de doble excepcionalidad?
Las estrategias que vamos a comentar a continuación no buscan eliminar las altas expectativas, sino equilibrarlas con una perspectiva más saludable y realista. Fomentar la autoaceptación, desarrollar habilidades emocionales, y contar con herramientas prácticas y apoyo profesional permite a las personas de doble excepcionalidad disfrutar de su potencial sin poner en riesgo su bienestar emocional. Algunas estrategias son:
- Fomentar la autoaceptación: valorar el esfuerzo por encima del resultado
Una de las claves para manejar el perfeccionismo y la autoexigencia es aprender a reconocer y valorar el esfuerzo realizado, independientemente del resultado obtenido. Esto implica cambiar el enfoque de «tengo que hacerlo perfecto» a «he dado lo mejor de mí y eso es suficiente”.
Por ejemplo, si un estudiante con altas capacidades teme no obtener una calificación perfecta puede trabajar en reconocer su progreso, como cuánto aprendió y cuánto mejoró, en lugar de centrarse solo en la nota final. Los padres, madres o profesores/as pueden reforzar este aprendizaje elogiando su dedicación y no solo los resultados.
- Desarrollar habilidades emocionales: resiliencia y tolerancia a la frustración
Aprender a manejar la frustración y a recuperarse de los contratiempos es esencial. Esto ayuda a las personas de doble excepcionalidad a ver los errores como parte del proceso de aprendizaje, en lugar de como fracasos definitivos. La resiliencia les permite levantarse después de las dificultades y seguir avanzando.
La resiliencia se puede trabajar, enseñando que los errores son normales y necesarios para aprender, para ello habrá que compartir con las personas de doble excepcionalidad ejemplos de sus propias experiencias en las que equivocarse les ayudó a mejorar. Para ello se pueden usar frases como: «¿Qué puedes aprender de esta experiencia?» o «¿Qué harías diferente la próxima vez?»
- Establecer metas realistas y aprender el «principio del progreso».
Es muy importante, aprender a establecer objetivos pequeños y alcanzables, ya que ayuda a reducir la presión de intentar ser perfecto/a en todo. Las metas específicas y medibles son más motivadoras y menos abrumadoras. Por ejemplo, en lugar de “quiero ser el mejor de la clase,” una meta más realista sería “quiero dedicar una hora al día a repasar esta materia para sentirme más seguro en el examen.”
Respecto al “principio del progreso”, hace referencia a enfocarse en mejorar paso a paso en lugar de alcanzar la perfección. Este enfoque fomenta la motivación y ayuda a reconocer el avance continuo.
Finalmente, nos parece relevante remarcar la importancia del apoyo psicológico especializado, un profesional de la psicología puede ser crucial para ayudar a las personas de doble excepcionalidad a manejar el perfeccionismo y la autoexigencia. Tanto para el entrenamiento en habilidades emocionales, aprender a identificar, expresar y manejar emociones de manera saludable como para ayudar a la persona de doble excepcionalidad y a su entorno a comprender las características y necesidades de la doble excepcionalidad.
En conclusión, es fundamental entender que la verdadera excelencia no radica en alcanzar una perfección inalcanzable, sino en ser auténtico/a, en aprender de los errores y en valorar el proceso tanto como los resultados. Crecer personalmente implica aceptar nuestras fortalezas y debilidades, y permitirnos avanzar a nuestro propio ritmo, celebrando cada paso dado.